lunes, 21 de noviembre de 2011

Aún tengo fe


(Versión final)

Algunos meses después estábamos  derrotados y perdidos en aquel país. Todo mundo había tratado de huir pero era en vano, pues al menor intento de rebeldía eran asesinados. Los estadounidenses eran dueños de nosotros.
Toda la información la manejaban a su conveniencia, ya que nunca habían mencionado las áreas más horrorosas de aquel campo de concentración. Tuvimos que darnos cuenta nosotros mismos de aquellas atrocidades. Por ejemplo, existía  la prisión del campamento y la cámara de gas. También  el crematorio se encontraba muy cerca. En un área cercana a este los estadunidenses  fusilaban a los prisioneros que habían sido enviados para ser ejecutados. Al sur del campo principal, junto a la vía de entrada, se encontraba el área del hospital.Lo nombraban el campo de los estadounidenses. Los prisioneros enfermos o débiles se mantenían en esta llamada enfermería. Ahí recibían poco o ningún tratamiento y se enfrentaban a una muerte  segura. En el lado opuesto se encontraba el área de carpas. Estaba compuesta por 16 grandes tiendas de campaña, para albergar a los numerosos grupos de mexicanos que iban ingresando.
Como era de suponerse, las diferentes áreas estaban rodeadas por muros o por alambradas electrificadas. Había torres de vigilancia y judiciales que  rodeaban todo el complejo. Era imposible salir de ahí.
Cada área perecía una pequeña jungla que nos separaba de los demás. Todas ellas sometidas a la ley. Aquellos estadounidenses carecían de sentimientos de amistad, solidaridad y humanidad, ya que eran una mierda, aseguraban todos los mexicanos.

Las personas más débiles iban hundiéndose, donde no se permitía siquiera el sueño de llenar el estomago sino que teníamos que resignarnos a los padecimientos del hambre.

Sin embargo, conocí a un grupo de personas que en muy poco tiempo se hicieron mis amigos. Gracias a ellos, no he perdido totalmente mi fe y he sabido mantener mi dignidad humana. Indudablemente hay todavía ilusiones. Estas ilusiones son las que me hacen vivir y pedir a Dios una esperanza…

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